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Resident of the month

Juan Santiago Martinez

Publicado el 8 julio 2024

“(…) Creo que el arte debería volver a satisfacer la necesidad más elevada del espíritu, es decir retomar la senda de la estética, para conseguir la comunicación concreta y pluralizar sus contenidos. Es cierto que el arte ha evolucionado, pero pensarlo como una satisfacción intelectual personal, una opinión aburrida o una simple diversión provoca que el pueblo se desanime y se aburra, que no lo entienda y, por ende, no lo consuma.”

En este espacio iré subiendo mis últimos escritos, ideas, proyectos...¡de todo un poco!

La eterna agonía de un desahuciado Romanticismo

No; no es el título de una canción de alguna banda snob, ni el de un poema de pericia cuestionable: es la realidad del arte actual.

 

Hay una serpiente que llamamos Historia del Arte que nos ha presentado una estructura binaria que podemos simplificar entre el Estadio Clásico y el Estadio Romántico. Y dentro de esta estructura simplificada y eurocentrista del arte, entendemos los movimientos de la siguiente manera: arcaico, pleno (o clásico) y tardío.

 

El primer cúmulo, el de los Clásicos, tenemos la estética grecolatina, renacentista y neoclásica. Este grupo se caracteriza por la predominancia de una estética impoluta y precisa, la rigidez de la línea sometiendo inclementemente al color y la estructura compositiva que busca replicar la
visión humana.

 

En el segundo cúmulo, lo medieval, lo barroco y lo romántico. Ellos, en cambio, buscan la predominancia de los sentidos, la libertad de las formas por encima del dibujo y el protagonismo de los colores como ente de placer psicológico, intelectual o religioso.

 

Cuando un movimiento perece (por oposición o por inanición), es normal la vuelta a una estética similar al estadio previo. Pongamos el ejemplo del arte grecolatino que muere por inanición frente a los ideales estéticos del Cristianismo, naciendo así la estética medieval, que a su vez muere por oposición del Renacimiento, que es una vuelta al Estadio Clásico.

 

Ahora centrémonos en la actualidad. Seguimos estacionados, desde el siglo XIX en el Romanticismo. Este movimiento, se encuentra actualmente en un difícil y ralentizado Romanticismo tardío.

 

Claro que en una visión detallada del arte del siglo XX esto nos resulta absurdo, principalmente porque estamos acostumbrados a ver una sucesión inédita de movimientos artísticos cortos. Sin embargo, convengamos que la cercanía temporal nos ha obligado a estudiar solamente el
detalle, mismo detalle que ignoramos, por ejemplo, en la Edad Media.

Si mantenemos este entendimiento de la estructura básica del Romanticismo (arcaico-pleno- tardío), encontraremos que lo que denominamos como “Romanticismo” (que trataremos a partir de ahora como Romanticismo arcaico) es tan solo el período arcaico del Romanticismo (c. 1800 – actualidad). El período pleno vendría a ser la transición impresionista-abstracto-cubista hacia la simplificación de las formas y concluimos con un período tardío que se sitúa, precisamente, en la Posmodernidad.

 

Tomemos a Turner como referencia: su obsesión por la luz lo acerca al Abstracto. Si Friedrich funciona como un Giotto o un Manet (en el sentido del artista bisagra) para el Romanticismo arcaico, caemos en cuenta que las averiguaciones reales del Romanticismo se sitúan en Turner.

 

Posteriormente, llega la disgregación figurativa —el Impresionismo y el Neoimpresionismo, las experimentaciones del Simbolismo en Čiurlionis, la presencia del posimpresionismo con Cézanne a la cabeza, el Expresinomismo y la Nueva Objetividad alemana— que denota un allanado camino hacia la obsesión romántica: derrumbar, como si de un sistema hegeliano se tratara, los postulados (tesis) de lo Clásico y así llevarlo hasta sus últimas consecuencias: la Abstracción y en concreto, Malevich.

 

Con el callejón sin salida de las experimentaciones sobre el lienzo, gestadas en el Romanticismo pleno, y de su icónica intención paradigmática, entusiasta y alegórica de quemar el Louvre (Pissarro), queda la disgregación, ya no de la figuración, sino de la materia. Nace como ícono del Romanticismo Tardío (Arte Posmoderno): el arte conceptual y todas sus funcionalidades que carcomen la idea de que el arte en la materia prima de la historiografía, o sea, su disolución material.

 

Y aquí estamos, en esa presencia de la muerte del Romanticismo, que no muere y actúa como el Perro del Hortelano: no innova, ni deja innovar. Pero, hay que agregar un eslabón más: la presencia de los manierismos. Y ahí tenemos cómo el arte griego fallece con su intención histriónica del Helenismo; lo medieval con el fallido Gótico Internacional, el Renacimiento con el Manierismo per se, el Barroco con el Rococó, el Neoclasicismo con lo Neogriego y finalmente el Romanticismo con el arte de la actualidad.

 

Da la casualidad que todos estos manierismos actúan bajo la batuta de la exageración de lo que alguna vez fueron. Por lo tanto, en ese mecanismo, resulta congruente que aparezcan tantos “neo-” y “post-” en nuestras facultades estéticas y teóricas.

El Romanticismo está sufriendo una decadencia icónica, pues hay un ambiente de pesimismo en los grandes museos de arte contemporáneo y parece que todos los artistas de principio de siglo XXI se repiten: tal como Monet intentó llevar hasta el final un impresionismo que había fallecido y él se negaba a aceptarlo.

 

Es curioso que en tiempos de viralidades, solo Cattelan volvió verdaderamente viral algo relacionado con el mundo del arte y estamos hablando de un suceso que tiene cinco años d antigüedad. Esto nos invita a pensar que la Pandemia jugó un rol importante, porque e paradigma del consumo cultural cambió (como la Peste Negra que se llevó consigo la escolástica, el feudalismo y por ende el arte medieval).

 

Existe la sensación, por tanto, que nos estamos embaucando hacia un nuevo movimiento artístico. Estamos en un momento entre el Romanticismo tardío y una nueva expresión manierista, que vaya casualidad, genera rechazo entre las esferas sociales. Y esta es una realidad palpable: el arte de la actualidad aburre con todas las letras del alfabeto y genera burlas en las conversaciones banales de redes sociales.

 

En esta dolorosa transición han aparecido expresiones novedosas nacidas del Internet, tomemos como pilar ejemplar la estética del Vaporwave que lleva consigo elementos que recuerdan a los elementos clásicos, como esculturas o columnas grecolatinas.

 

Entonces, es bastante concluyente que nos dirigimos hacia el nacimiento de un movimiento cercano al Estadio Clásico (no por oposición, sino por una contundente inanición) y a un revival de aspectos clásicos. Sucede esto, o, en último término, al más puro estilo de Fukuyama, nos estamos dirigiendo inevitablemente y a 400 km/h hacia el “Fin del Arte y la última obra”.

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